Un estelar Messi comandó a Argentina a un nuevo título en Wembley, la finalissima. Esta competición es conocida oficialmente como la Copa de Campeones Conmebol-UEFA y cuenta con el reconocimiento de ambas confederaciones.
La tradicional rivalidad entre el fútbol del viejo continente y el nuevo mundo cuenta con innumerables episodios, tanto a nivel de clubes como de selecciones, en la eterna disputa por demostrar quien es el mejor en este deporte.
Es cierto que parece que, salvo por el mundial de selecciones, torneos como la Copa Intercontinental, ahora Mundial de clubes, y este tipo de partidos, son más valorados al otro lado del charco, donde los ven como una oportunidad de afianzar su teoría de que la magia del futbol de potrero nunca será superada por los avances tecnológicos y el poder económico europeo.
Para más INRI, el personaje de más actualidad del panorama futbolístico mundial, Mbappé, encendió las redes con unas tajantes declaraciones infravalorando el fútbol sudamericano. Por si acaso los argentinos necesitaban algo más de motivación.
A algunos les sorprenderá descubrir que esta es en realidad la tercera edición oficial de esta copa, que fue jugada con distintos nombres de forma no cronológica.
El marco que condujo a la recuperación de este partido se debe a tres grandes motivos. El primero, la muerte de Maradona y la oportunidad de enfrentar a las dos patrias del astro, su natal y su adoptiva. La segunda, la necesidad de buscar una excusa donde poder poner a prueba a potencias de los dos continentes después de un largo periodo de no verse las caras por la pandemia. La última, la siempre necesidad de buscar recursos donde hacer caja.
Desde que la idea del partido surgió, un aire de entusiasmo envolvió a los dos países con tradicional hermandad. Después del varapalo por la no clasificación de Italia al Mundial, en el país transalpino, este partido se miraba con una mezcla de indiferencia y desilusión a la vez que una oportunidad de despedir a viejas glorias, como Chiellini, y comenzar la renovación con un nuevo título.
En el país de La Pampa se vio como un reto el demostrar que el renovado equipo de Scaloni es un serio candidato para ganar el Mundial y a su vez batir el récord histórico de imbatibilidad de la albiceleste, 31 partidos.
Una vez acabados los 90 minutos, Messi nos volvió a dejar boquiabiertos una vez más. Pese a su discreta primera temporada en el PSG, el astro argentino confirmó que cuando se siente rodeado por un grupo que cree a muerte en él, puede ser capaz de liderar a un equipo hasta lo más alto.
Copa Artemio Franchi
La competición recibió el nombre del antiguo presidente de la UEFA entre 1972 y 1983, muerto en un accidente de tráfico. Por aquel entonces el poco desarrollo del futbol en otras confederaciones daba por sentado que la mejor selección del momento debía salir de un enfrentamiento entre el campeón europeo y el sudamericano.
La primera edición, en 1985, enfrentó al vencedor de la Eurocopa del 84, la Francia de Platini, y la Uruguay de Enzo Francescoli que, con solo 23 anos y aún en River Plate, había llevado a su país a levantar el cetro de la Conmebol.
En el Parque de los Príncipes de Paris los galos impusieron su dominante fútbol ganando por 2 a 0 con goles Rochetau y Toure.
Debido a la mala sincronización entre el torneo americano, cada dos años, y el europeo cada 4, no se encontró otra ocasión de organizar el partido a corto plazo. Para colmo, otras competiciones como la Copa Rey Fahd, embrión de la Copa Confederaciones, buscaban su lugar en el estatus futbolístico.
Argentina, aprovechando su época dorada de finales de los 80 y principios de los 90, tomó el testigo para invitar a Dinamarca a disputar el encuentro en Mar del Plata en 1993. Vale la pena recordar que los daneses fueren los sorprendentes campeones de la Euro 92 y que, a pesar de ello, no disputaron la nueva competición de los países árabes.
El equipo de Alfio Basile contaba con Simeone, Batistuta, Caniggia y un Maradona que se enfrentó al Sevilla para volver a su país a jugar el encuentro. En el lado danés las estrellas eran Brian Laudrup y el guardameta Schmeichel, ya que Michael Laudrup había renunciado a la selección un año antes.
El partido que terminó empate a uno, tras autogol de Cravioto e igualada de Caniggia, se fue a los penaltis, donde una vez más la leyenda del para-penaltis Goycochea se agigantó para dejar el trofeo en casa.
En los años siguientes la nueva Copa Confederaciones fue tomando más peso como antesala de los mundiales, y solo encuentros no oficiales fueron disputados entre los campeones a ambos lados del Atlántico.
De estos no oficiales recordamos el Brasil-Holanda del 89, el Alemania-Brasil del 98 y el España-Uruguay del 2013.
Estaremos atentos a cuál son las expectativas de cara al futuro de esta copa, y esperemos que se le dé mayor protagonismo en vez de dejar como protagonistas tediosos torneos de selecciones con sistemas de clasificación difíciles de entender, como la Liga de Naciones.
Mientras tanto, Argentina e Italia brindaron un bonito homenaje a Maradona.
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